El compositor alicantino Rubén Jordán estrena su nueva marcha procesional «Misericordia Filipense». En palabras del propio autor:
A través de mi gran amigo Marco Antonio Coronel conocí al Cristo de la Misericordia que está considerado como el patrón o protector de las niñas y mujeres en riesgo de exclusión social. Esto me llevó a conocer a las religiosas filipenses, quienes están tratando de construir en Kenia un centro de acogida para estas niñas.Este año se celebra el bicentenario del nacimiento de Madre Dolores Márquez, fundadora de las religiosas, así que Marco Antonio me pidió colaboración para conmemorar dicha efeméride mediante la composición de una marcha procesional.
Quedé tan impresionado tanto por la imagen del Cristo como la obra de las monjas que como ejercicio y acto de compromiso humano no pude más que aceptar la proposición de Marco Antonio.Con la marcha he pretendido de alguna manera comunicar la esperanza que existe más allá de cualquier situación límite, por triste o dolorosa que sea. Dentro de esta situación siempre hay luz.
Puede llamarse providencia o misericordia, pero a mi me gusta hablar de luz. Es por ello que con esta marcha lo único que pretendo reflejar es que el alba, siempre, rompe la oscuridad.En el cristianismo este rompimiento de la oscuridad se denomina fundamentalmente Misericordia, de ahí el nombre de la marcha.
No obstante, como puede verse, la marcha se titula ‘Misericordia Filipense’, adjetivo añadido con el fin de marcar para siempre que me refiero a la misericordiaque surge de la alegría de Dios, de la ternura que viene de lo alto de ese amor visceral del que habla el Papa Francisco, y de la esperanza profunda que nunca debemos confundir con el optimismo.
Cuando Marco Antonio me presentó al Cristo de la Misericordia y me contó su historia, quedé profundamente conmovido. Este Cristo Juan de Mesa, su autor, lo yacente. Sin embargo, la comitente que lo encargó, una vez lo vio, solicitó al autor que debía realizar los cambios pertinentes para que éste fuera una representación de Cristo vivo. De ahí que pueda observarse, por ejemplo, que los ojos han sido abiertos a posteriori.
‘Misericordia Filipense’ es una composición realmente sencilla en cuanto a planteamiento se refiere. Está estructurada en siete partes principales con una articulación armónica interna muy clara y simple. No pretendo, con esta ni con ninguna de mis marchas procesionales, hacer ningún tipo de alarde técnico desproporcionado, sino contar una idea tal como yo la veo a través de la música que siento como mía y con la que puedo identificarme profundamente. No podría componer en un estilo en el que no me oyera a mi mismo, sin extremismos y sin estridencias. Como digo siempre, de mis composiciones siempre es mejor que hablen otros, pero si algo hay que comentar al respecto, son una mirada introspectiva que buscan la calma, la paz interior mediante la certeza en el oficio de la composición, en una búsqueda constante de la luz en el más amplio sentido del término.