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L U X

En los últimos días no ha faltado sacerdote, obispo o periodista que no haya tomado partido a tenor del último trabajo discográfico de estudio de Rosalía: LUX.


Rompiendo una regla clásica del suspense, adelanto la conclusión:
El trabajo de Rosalía es sublime. No lo he escuchado una vez ni dos. Desde que salió el disco lo he escuchado entre dos y tres veces al día, canción por canción, letra por letra. Rosalía construye una obra, no un conjunto de canciones más o menos entrelazadas. Hila, a través de una calidad vocal de primera, de una producción luminosa y disruptiva y de unas letras y orquestaciones sutiles y efectivas, un recorrido teológico y espiritual profundamente personal.

Eso sí: quienes se acerquen al disco pensando que escuchará música de alabanza al estilo de grupos cristianos como Hakuna —con melodías y armonías predecibles y letras de nivel catequético de primera comunión— es probable que se lleve las manos a la cabeza. En cambio, quien busque una experiencia, esto es, la mirada personal de una creadora que ha abierto su alma para exponer sus dudas, certezas y combates internos, tiene ante sí un universo sonoro ecléctico, profundo y muy personal.

Dicho esto, aunque son muchos los sacerdotes y personas vinculadas al ámbito religioso que celebran este despertar espiritual de Rosalía, no son pocos los que parecen no comprender qué ocurre en este trabajo.
Sin entrar a analizar canción por canción, puedo llegar a entender la sorpresa del sector eclesiástico: Rosalía plantea una idea central que entra en conflicto, en concreto, con la Iglesia católica —la relación personal con Dios sin intermediarios—, lo que la acerca más al mundo evangélico (luteranos, anglicanos, bautistas, adventistas… protestantes en general). Conviene subrayar, no obstante, que la cantante no se ha posicionado públicamente como cercana a ninguna corriente concreta del cristianismo.

El disco plantea numerosos temas relacionados con lo teológico, lo espiritual y lo religioso, pero tres son los ejes principales sobre los que se articula el conjunto del trabajo creativo:

  1. La tensión entre lo divino, lo humano y lo profano.
  2. La figura de Cristo y la experiencia mística.
  3. La transformación del yo.

1. La tensión entre lo divino, lo humano y lo profano

En este punto, la autora plantea conflictos clásicos como el diálogo al que se enfrenta el ser humano entre lo material y lo espiritual, es lucha constante entre el mundo (con lo carnal, inmediato, violento, humano…) y Dios (lo eterno, lo trascendente, lo inaccesible, lo inabarcable). En este sentido, especialmente en el primer tema “Sexo, violencia y llantas”, Rosalía hace una referencia teológica directa aludiendo a la Ciudad de Dios y la Ciudad del Mundo de San Agustín. Sin embargo, la genialidad reside en la polarización ya que entrelaza las ideas de San Agustín con ideas contrarias a la tradición teológica cuando dice Primero amaré al mundo y luego amaré a Dios. La tradición religiosa invita a colocar a Dios en primer lugar y de ahí amar el mundo. Rosalía, en esta “contradicción” nos está haciendo llegar lo complejo que resulta amar a Dios en medio del mundo, pero también la necesidad de habitar el mundo para desear y aspirar a lo trascendente. Rosalía construye un díptico, como San Agustín y las ciudades, donde coloca primero el mundo con el sexo, violencia, llantas, deportes de sangre, monedas en gargantas creando un lienzo de imágenes llenas de brutalidad, tecnología, erotismo o economía. Al otro lado del díptico, Dios. Destellos, palomas y santas. La gracia, el fruto y el beso de la balanza. Un conjunto de símbolos como la paloma aludiendo al Espíritu Santo; las santas, en clara alusión a la mística como Santa Teresa de Jesús, Sor Juana, Hildegarda von Bingenm, Santa Teresita, etc.; a la gracia como don; o balanza como símbolo de la misericordia y la justicia. Junto a toda esta simbología y continuas alusiones teológicas, Rosalía plantea y replantea la tensión entre lo divino y lo humano sin esclarecer totalmente si es posible ser absolutamente humano y a la vez plenamente espiritual en un mundo material, hecho de carne (Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres y al polvo volverás (Gn. 3-19) pero con un anhelo sobrehumano por lo eterno.

2. La figura de Cristo y la experiencia mística

Este es, quizá, el punto central del trabajo. Rosalía aborda la figura de Cristo desde la mística femenina, lo litúrgico, lo bíblico y lo devocional: presenta a Cristo como amante místico y como redentor íntimo; como espejo en el placer y en el dolor; como presencia herida y luminosa a la vez. Rosalía expresa esta relación desde dentro, mediante una conexión afectiva y corporal.

Ya desde el inicio Rosalía plantea una cuestión crucial: Quién pudiera venir de esta tierra / y entrar en el cielo y volver a la tierra. Aquí se alude al eje central del Cristianismo, a lo que diferencia a la religión cristiana de todas las demás religiones: Dios se hizo carne en Jesús de Nazaret y desde el cielo bajó a la tierra a tender su mano a la humanidad. Rosalía presenta esto como una aspiración como humana, como el deseo de moverse entre dos planos. Como decía Santa Teresa: “andar en la tierra sin dejar de estar en el cielo”. Pero Rosalía no sólo alude a esta idea cristológica central del cristianismo o a Santa Teresa, sino que está haciendo referencia también a Benedicto XVI (Joseph Ratzinger) y a su concepción de la liturgia mediante la cual el cielo y la tierra llegan a tocarse. A través de la venida de Cristo, Rosalía plantea el anhelo humano de moverse entre el plano terrenal y el divino.  

El tema central del disco en el que se aborda la cristología con un enfoque más poético es Mio Cristo piange diamante. Rosalía compone en este caso una especie de salmo personal y evocador en el que la violencia y la ternura se entremezclan con la mística, la mitología y las paradojas existenciales.

Rosalía presenta a Cristo como el huracán más hermoso que he visto jamás, uniendo así la figura de Cristo con la naturaleza pero desde un punto de vista violento y destructivo a pesar de su belleza. Pero, a pesar de esta imagen inicial de destrucción, a lo largo del tema la compositora evoca imágenes de gran belleza como cuando dice que “Con te, la gravità graciosa e la grazia è grave”, es decir, “Contigo la gravedad es graciosa y la gracia es grave”, mezclando teología y física al invertir lo ligero y lo pesado.

No obstante, el verso más magnético y potente de la canción es Mio Cristo piange diamante”, esto es, “Cristo llorando diamantes”. Utiliza Rosalía la imagen de una piedra preciosa, como es el diamante. Una piedra fría, eterna, preciosa… pero que llora. Así pues, nos presenta a un Cristo perfecto que llora y lo presenta además de manera personal porque no dice que Cristo llora, sino que “mi Cristo” llora, en una clara alusión a la relación personal con Cristo sin intermediarios. Rosalía invita a una relación íntima con Cristo, dentro de una lucha emocional en una relación tan íntima y profunda que en ocasiones duele. En una relación donde nunca terminas de conocer del todo a la otra persona, donde siempre hay pecados e intimidades por descubrir. Dentro de esa relación que describe la autora hay confusión, hay daño, hay amor, hay traumas pasados y respuestas emocionalmente contradictorias. Hace referencia Rosalía a “poner la otra mejilla”, pero también a distintos pasajes de los Evangelios (“Entonces le escupieron en el rostro, le dieron puñetazos; y otros le abofeteaban”. Mateo 26,67; “Y algunos comenzaron a escupirle, a cubrirle el rostro, a golpearle y decirle: ‘Profetiza’. Y los guardias le recibieron a bofetadas”. Marcos 14,65; “Apenas dijo esto, uno de los que estaba allí le dio una bofetada, diciendo: ‘Así respondes al sumo sacerdote?’”. Juan 18,22; “Los hombres que tenían preso a Jesús se burlaban de él y le golpeaban; y cubriéndole el rostro, le preguntaban: ‘Profetiza, ¿quién te ha pegado?’”. Lucas 22,63-64) cuando dice “Cuántos golpes que deberían haber sido abrazos / y cuantos abrazos dados que podrían haber sido golpes”. Rosalía finaliza el tema con el verso “Ti porto sempre / sempre”, es decir, “Te llevo siempre / siempre”, expresando con toda claridad una promesa de fidelidad y un fervor religioso de gran carga emocional.

3. La transformación del yo: La Yugular

El tema más completo y teológicamente más sugerente es La Yugular, donde confluyen los tres ejes: tensión divino–humano, cristología y disolución del yo. En él, Rosalía mezcla judaísmo, cristianismo, sufismo, cábala, pop, barroco, filosofía zen y humor absurdo para describir un viaje hacia la disolución del yo en el amor divino, rompiendo cielo e infierno, rompiendo la física del universo, rompiendo el propio yo.

La sección más interesante se desarrolla sobre una progresión modal sobre la que se despliega un lienzo repleto de imágenes:

Yo quepo en el mundo
Y el mundo cabe en mí
Yo ocupo el mundo
Y el mundo me ocupa a mí

Yo quepo en un haikú
Y un haikú ocupa un país
Un país cabe en una astilla
Una astilla ocupa la galaxia entera

La galaxia entera cabe en una gota de saliva
Una gota de saliva ocupa la Quinta Avenida
La Quinta Avenida cabe en un piercing
Y un piercing ocupa una pirámide

Y una pirámide cabe en un vaso de leche
Y un vaso de leche ocupa un ejército
Y un ejército cabe metí’o en una pelota de golf
Una pelota de golf ocupa el Titanic

El Titanic cabe en un pintalabios
Un pintalabios ocupa el cielo
El cielo, la espina
Una espina ocupa un continente

Y un continente no cabe en Él
Pero Él cabe en mi pecho
Y mi pecho ocupa Su amor
Y, en Su amor, me quiero perder

Seven heavens, big deal, I want to see the eighth heaven
Tenth heaven, thousandth heaven
You know, it’s like break on through to the other side
It’s just like going through one door
One door isn’t enough
A million doors aren’t enough

(Siete cielos… poca cosa; yo quiero ver el octavo.
El décimo cielo, el cielo número mil.
Ya sabes, es como romper y cruzar al otro lado.
Es como atravesar una puerta.
Pero una puerta no basta.
Ni un millón de puertas bastaría.)

Rosalía alude a la filosofía zen la utilizar el haikú como símbolo de lo minúsculo que contiene lo inmenso trasladando esa idea al universo que cabe dentro de algo ínfimo, esto es, Dios cabe dentro del corazón humano. Esta visión es interesante porque el corazón, dentro de la tradición cristiana, es algo más que un órgano vital. El corazón se erige como centro espiritual de la personal. Por ello, cuando Rosalía dice que Él cabe en su pecho, que su pecho ocupa su amor y que en su amor se quiere perder está aludiendo al centro del amor de Cristo, al símbolo de su misericordia, a una llamada de amor, al lugar de la memoria de Dios, al templo interior. El salmo 51 dice “Crea en mí, Dios, un corazón puro”. El Shemá, la oración universal del pueblo judío, dice: “amarás al Eterno Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Dt. 6,4-9).

Este pasaje es tan interesante que, a continuación, introduce la autora una sucesión de acontecimientos surrealistas pero cargada de simbolismo donde una pirámide cabe en un vaso de leche y un vaso de leche ocupa un ejército, etc. Pero, como decía, el simbolismo es realmente interesante porque lo crucial aquí es la capacidad del amor para transformar nuestra percepción, nuestra visión, sin importar la escala. Dios no cabe en ningún lugar creado -y aquí Rosalía hace teología pura- pero sí cabe en el corazón humano. Conecta aquí Rosalía con Santa Teresa: “Dios no cabe en el mundo, y cabe en mi alma”. También con San Agustín en la misma línea: “Tú estabas dentro de mí, más interior que lo más íntimo mío y más alto que lo más supremo mío” (Confesiones, III, 6). También con el Maestro Eckhart: “Dios está en todas las cosas por su esencia, su presencia y su poder; pero no todas las cosas están en Él espiritualmente” (Sermón 2, DW II, 37, 2-4).

¿Qué molesta de Rosalía?

Molesta su libertad. Molesta su búsqueda interior. Molesta el torrente de ideas que recorre su cuerpo hasta materializarse en unos manuscritos. Molesta que haya roto el molde social, que agoniza dentro de la corrección política, donde los gobiernos de una u otra clase quieren meternos y hornearnos a su gusto y semejanza, sin ideas propias, sin espíritu crítico. Molesta que sea ella misma, que piense por sí misma. Molesta que triunfe. Molesta que experimente con la fe. Molesta que muestre una fe viva, cambiante, en lucha, en camino, que viene y que va, que crece y que flaquea. Molesta que se aleje de la jerarquía eclesiástica, de la obediencia, del dogma. Molesta que hable con Dios, que confiese con Dios. Molesta que la cruz en el pecho (y sólo la cruz) calibre su cuerpo.

Imagen: Portada original del disco L U X de Rosalía.